miércoles, 29 de enero de 2025

EL VIAJANTE



 Es martes, el tren sale a las 22 horas.

Pedro está desde las 21:30 sentado junto a otras personas (en su mayoría Kollas), esperando. La gente sigue llegando, mira para todas partes, charlan entre ellos; miran las vías, el tren no aparece, "como siempre..." Pedro sigue sentado, mira la gente, no habla; esta en el umbral de la ventana donde se venden los boletos.

Son las 23:30. El tren no llega, la gente esta inquieta. Una señora le dice a otra: "No puede ser, siempre lo mismo". La otra le contesta: "Es lo de siempre, los coches viejos, los empleados no quieren trabajar, son unos vagos".

Pedro sigue atento la discusión de esa gente en silencio. Saca un cigarrillo, lo mira; busca el encendedor en el bolsillo, lo saca y lo enciende. Aparece la guarda gritando por los pasillos que el tren viene con atraso, pero que en cinco minutos estará en la estación y saldrá inmediatamente.

El tren llega. Los pasajeros empiezan a subir en forma veloz y nerviosa. Pedro se ubica en un vagón. Frente a él hay una pareja de ancianos que duermen sin saber dónde están, al lado de un joven que mira para todos lados.
Los otros asientos están ocupados;  hay pasajeros que se sientan en el pasillo. Algunos vidrios del vagón están rotos; es verano, pero el viento hace que se sienta un poco de frío. Al parecer, el baño no fue limpiado hace tiempo porque se percibe un olor nauseabundo por todo el rectángulo de metal.
Pedro cierra los ojos y trata de dormir: el viaje será largo, muy largo...
Está amaneciendo. Por la ventanilla se ve que está lloviendo. El paisaje ha cambiado: hay cerros, árboles, verde, mucho verde.
_ ¿Dónde estamos, señor?
_ En Tucumán, m hijo, y parece que lloverá todito el día.

_ Nos volvemos con mi hija a Tartagal, estuvimos de visita 
             

 

_ ¡Qué bárbaro, hace un montón que no veía llover así!

Una luz acompañada por un trueno corta la conversación. Pedro sigue mirando por la ventanilla del vagón; en su rostro se ve una sonrisa y su mente vuelve atrás, a unos cientos de kilómetros;

: dos jovenes caminan por la vereda de una ciudad, charlando, en busca de un lugar a donde ir a tomar algo y disfrutar de la noche nublada y con ganas de llover. Pedro le dice a su amigo: 

_ Che, loco, no tengo plata y que bueno está para tomar una gaseosa. 

_ Sí, está bueno para tomar una coca, pero será mejor que nos compremos una botella antes de tomar en una confitería. 

Se detienen frente a un negocio, el amigo de Pedro ingresa y a los cinco minutos sale con una botella: "¡Vamos!".

_¡Vamos! _ le dice el anciano a su mujer.

Pedro tiene en su rostro una mezcla de incertidumbre, 

confusión y tristeza. 

La pareja se baja. El joven que esta a su lado se despierta, 

 mira para todos lados y dice:

_ Che, ¿dónde estamos? ¿Llegamos a Tucumán? 

_ Si, hace unos minutos que llegamos. ¿Aquí te bajás? 

_ No, yo sigo hasta Gral. Güemes, ahí me esperan mi mujer, mis hijos;

 hace un montón que no los veo. 

_¿Sos de Salta?  

_ Si, pero hace como un año atrás me tuve que ir. No hay trabajo. En Buenos Aires conseguí algo, pero no puedo llevar a mi familia. Con lo que gano apenas puedo comer yo y pagar la pensión.

_¡Qué lo parió! _dice Pedro_ ¡Cada vez la cosa se pone peor en este país! Yo me voy, no sé a dónde. Por ahora, tomé el tren para Pocitos; en una de esas, sigo hasta Bolivia o Perù, no lo sé.

El silencio se adueña del vagón. Afuera  la gente se dispersa. Algunos charlan con sus bolsos en mano, otros en silencio miran al tren esperando la orden del guarda para subir, acomodarse, ganar el asiento y viajar sentados y no en el piso o parados. El olor del baño sigue, pero ya acostumbraron a sentirlo, llevan juntos como diez horas en el mismo lugar. Pedro mira el techo del vagón y dice en voz alta:

_ Menos mal que no pasa el agua, si no... linda joda, ¿no?

_ Menos mal -le contesta el circunstancial acompañante-  ¿De dónde sos? No tenés tonada porteña, ni cordobesa; tenés una mezcla. 

_ Soy de La Rioja, pero hace unos años que salí de viaje y  todavía no he vuelto a ver a mis viejos, mis hermanos, mis amigos...

El rostro de Pedro queda serio y sus ojos tristes miran el pasado que se refleja en los asientos vacíos del tren. Su madre lo llama: "¡Pedro! ¿Dónde estás? ¡Vení a comer, dejá de joder con esa moto!". "¡Ya voy, vieja, ya voy!". Pedro tiene unos trapos sucios en las manos, esta sentado en un banquito al frente de una Puma cuarta serie con el carburador desarmado, las herramientas a un costado y un bidón con  nafta. Se pone de pie, mira la moto mientras se limpia las manos y se dirige hacia adentro, donde su madre esta esperándolo para comer. La mesa está servida, la tele prendida, el padre de Pedro está viendo el noticiero, la madre aparece con un plato y le dice: "¡Por fin dejaste esa moto, prendele fuego, si no sirve!". Pedro la mira, se ríe: "¡No, vieja, más de una vez me salvó! ¿O no?, "Pero son más las veces que te dejó a pata que otra cosa..."Su madre cruza delante de él y deja el plato: "permiso"..."Permiso".

Pedro se tira para atrás y una señora gorda cruza delante de él y se sienta en el asiento vacío.  Al lado, una joven morocha de pelo largo, que mira por la ventanilla hacia afuera, detiene la vista, sonríe y saluda a un señor y un chico que están despidiéndolas desde fuera. 


El tren se pone en movimiento. en forma lenta, la gente se acomoda como puede y de nuevo algunos quedan sin asiento y empiezan a buscar un lugar en el pasillo para sentarse.

Se está haciendo de noche. la señora saca un termo, yerba, azúcar y un mate. Empieza a cebar, le sirve uno a la chica que esta a su lado (que al parecer es su hija), mira a Pedro y le dice: 

_¿Quiere un mate, joven? La noche será larga y fría.

_ Bueno, deme uno, señora, a ver si se acorta el viaje, porque me parece que estoy viajando hace como un mes en este tren.

La señora ceba el mate, se lo acerca y le pregunta adónde viaja:

_ No sé; me subí al tren, quiero conocer un poco el norte, la gente; la verdad, no sé. 

_¡Qué lindo es viajar sin preocupación y salir a conocer! ¿No? Debe ser muy lindo

_ Y usted, señora, ¿adónde va?

_Nos volvemos con mi hija a Tartagal, estuvimos de visita

 en lo de mi hermano. Pero la joda ya terminó,

ahora hay que volver al nido. 

_Sí, siempre hay que volver, ¿no?

Pedro mira a la chica, mientras toma el mate. Ella lo mira y sonríe;   

 no dice nada, la madre esta al lado, no puede hablar.      

_¿Cómo se llama, señora?

_Yo me llamo Marta y ella es mi hija Sofía, ¿y usted cómo se llama?


_Pedro. Debe ser lindo Tartagal, por lo menos, la gente parece amable...

La mira, le entrega el mate y sonríe. La señora, sonriente, recibe el mate, lo ceba y le da uno a su hija.

La joven abre un bolso, saca pan casero, corta un poco, le da a su madre y le pregunta a Pedro si quiere. Pedro la mira, estira la mano y dice:

_¡Bueno, pero el desayuno lo invito yo!

La joven sonríe, Pedro también.


El acompañante ya se había bajado en Gral. Güemes y al lado de Pedro no queda nadie. Las cosas que estaban en el piso, pertenecientes a la señora y la joven, están ocupando ese lugar ahora.

La señora se duerme. Pedro y Sofía quedan charlando en voz baja, se ríen, se miran...

Están llegando a Tartagal, son las cinco de la madrugada. La joven despierta a su madre, acomoda los bolsos. Pedro las mira; no sabe qué hacer, quiere seguir charlando, quiere ayudar en algo. El tren se detiene. La señora lo mira y sonríe; la joven no sonríe, tiene pena. Marta se baja y recibe los bolsos, Sofía baja y mira para arriba. Pedro no está. Sigue buscando con la vista las ventanillas del tren cuando de pronto ve a Pedro a su lado, con un bolso colgando del hombro. El la mira y le dice:

_Les dije que el desayuno lo invitaba yo...

El rostro de la joven brilla de alegría. Su madre mueve la cabeza y dice: "Esto va a traer cola...". Y se alejan los tres charlando y riendo por las calles polvorientas y oscuras de Tartagal,



LA SOLEDAD

  La casa está vacía, el silencio es penetrante, un cactus en una maceta plástica mira para  todos lados, esta aburrido, no encuentra con qu...