lunes, 31 de marzo de 2025

LA SOLEDAD

  La casa está vacía, el silencio es penetrante, un cactus en una maceta plástica mira para  todos lados, esta aburrido, no encuentra con quien hablar. En eso aparece una cucaracha en busca de restos de comida en la cocina.

 

  El cactus le dice: “Che cucaracha, ¿a dónde vas?”

 

  La cucaracha mira para todos lados con cara de asustada y cuando está por salir volando  para su escondite, el cactus le vuelve hablar.

 

  “Eh cucaracha no te asustes yo te hablo, el cactus”

   La cucaracha asustada y desconcertada se acerca al cactus, lo mira y le dice.

   

   Cucaracha: “Che loco, me asustaste, no sabía que podías hablar”.

   

   Cactus: “Si, cucaracha, si se hablar. Lo que pasa es que siempre estoy solo, triste, antes estaba con otros amigos, me sacaron y me trajeron a esta casa aburrida, hace rato que hablo a uno, a otro y nadie me contesta, hasta que apareciste vos. Y vos Che, ¿sabes hablar? 

   

   Cucaracha: “Nosotros sabemos hablar, yo con mis amigos siempre charlamos en nuestra casa. Es cierto, aquí siempre hay silencio. Allá está el potus, pero no habla”.

 

   Cactus: “Para cucaracha, raja, me parece que alguien está por entrar”.

 

   Cucaracha: “Si, me voy, porque si me ven me matan. Después nos vemos y hablamos, chau”.

 

   Cactus: “Chau, después nos vemos”.

 

   La puerta de la cocina se abre, entra una señora con un chico en los brazos, lo deja al niño en el piso y cierra la puerta.

 

   Madre: “No toques nada, y no te ensucies que ya nos vamos”.

 

   El niño la mira y va en búsqueda de los juguetes que están en un rincón de la cocina.

 

   La madre aparece, en unos minutos, con un bolso y le dice al niño:

 

   Madre: “Vamos, que se nos hace tarde”. 

 

   La señora abre la puerta, alza al niño y se va. La casa y la cocina quedan vacías. El cactus está mirando para abajo a la espera de su nueva amiga y empieza  silbar.

 

   Aparece la cucaracha, mira para todos lados y le habla al cactus.

 

   Cucaracha: “Eh, cactus, ¿se fueron?”.

 

   Cactus: “Sí cucaracha, salí tranquila que se fueron, parece que no van a volver hasta tarde. Vení, acércate, decime ¿Cómo te llamás?”. 

 

    Cucaracha: “Ana ¿y vos cómo te llamás?”.

 

    Cactus: “José. ¡Qué lindo nombre! ¿Sos casada o tenés novio?”.

 

   Ana: “No soy casada y no tengo novio. Y vos, antes de que te trajeran a esta casa, ¿tenías pareja?”.

 

   José: “No, tenía amigos, mis padres, pero pareja no. Así que Ana... no puedo creer que una chica tan linda no tenga novio. ¿O están ciegos o no hay (cucarachas) machos donde vivís vos?”.

 

   Ana: “No sé, gracias por los elogios, pero contame como era tu vida, como era el lugar adonde estabas”.

 

   José: “Mi vida... (se queda pensando) era feliz, estaba como te decía con mis amigos y familiares juntos en un patio en la tierra y no como ahora en una maceta, preso sin poder estirar mis raíces, en una pieza encerrado a donde el sol no entra nunca, no se siente el viento...”.

 

   Ana: “Pobre, debe ser muy duro el vivir de esta forma...yo por ahora estoy bien, vivo con mi familia, la casa es cómoda, los vecinos son buenos, es grande la comunidad que hay donde vivo”.

 

   José: “¿Cuántos hermanos tenés?”.

 

   Ana: “Éramos 10 hermanos, pero un día, mi padre y 3 de mis hermanos salieron a buscar algo de comida con tanta mala suerte que, apareció esa señora que entró hace un rato y pisó a mis hermanos matándolos. Mi padre se salvó porque estaba debajo de la cocina”.

 

    José: “¡Qué macana! ¡Lo siento!  Así que tenés  varios hermanos ¿y tus padres son buenos? ¿Te dejan salir sola?”.

 

   Ana: “Son buenos, salgo a buscar comida para ellos, por eso ando sola, mis hermanos están por otro lado trabajando”.

   Pero José,  no te hagas problema por la soledad,  yo voy a venir a hablar y visitarte todo los días. Tus brazos tienen una punta muy filosa, ¿no me lastiman si me acerco?”.

 

   José: “No Ana, acércate, mis brazos no te harán nada”.  

 

   La cucaracha Ana esta parada al lado mirándolo, se sube a la maceta y gira a su alrededor.

 

    José: “¿Me prometes que vas a venir a charlar conmigo? Estoy solo, me aburro un montón”. 

 

    Ana: “Si José, ya te dije voy a venir todo los días y te voy a traer a mis hermanos para que los conozcas”. 

 

    José: “Bueno, pero antes háceme un favor, me podes echar un poquito de agua, me parece que no tomo agua desde que me trajeron. Antes aunque no me echaban agua, de noche, cuando caía el sereno nos mojaba y tiramos un montón sin que nos rieguen”.  

 

   Ana se dirige a la pileta donde está la tasa con agua, busca una tapita de gaseosa y saca un poco de agua, se pone la tapa en la espalda y camina hasta donde esta José, sube a la maceta y vuelca el agua en la tierra.

 

   José: “Gracias Ana, tráeme otra vuelta y nada más”.

 

    Ana: “Bueno, si quieres te traigo más”.

 

    Se va Ana hasta la pileta se acerca a la tasa y cuando está sacando agua con la tapa de gaseosa se resbala y cae adentro de la tasa, no sabe nadar y empieza a gritar.

 

    Ana: “¡auxilio, me ahogo! ¡Que alguien me ayude!”.

 

    José desesperado, también empieza a gritar.

 

    José: “¡Por favor, no te mueras aguantá, alguien va a venir! ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Se ahoga! ¡Ana!. ¡Por favor no te mueras! ¡Ana no te mueras...!

 

    La puerta se abre, entra un señor, prende la luz y se dirige a la pileta. Mira la tasa. 

 

    Señor: “¡Qué lo parió! ¡Estas cucarachas cómo joden!

 

    Agarra la tasa, tira el agua y la cucaracha muerta es puesta en una bolsa donde está la basura. Se dirige a la mesa,  prende la radio,  se da vuelta  mira al cactus y dice:

 

   Señor: “¿Qué le pasa a la planta? Esta marchita pero la tierra esta mojada, ¡Qué raro! ¿Qué le pasará...?

                                                         

                                                                                                                    EL  NEGRO

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